miércoles, 21 de octubre de 2015

EL ANARQUISTA FURIBUNDO. 1 PARTE

El sábado 26 de junio de 1910 era una noche cerrada de estrellas en Ciudad Rodrigo. Una noche perfecta para tomar el fresco del recién inaugurado verano tras un calor sofocante de la tarde. Una noche no tan perfecta para acudir al "meeting" en el Teatro Nuevo que el Sr Atienza, anarquista recalcitrante, ofreciera a la concurrencia mirobrigense, ávida supuestamente de soflamas anticlericales y otros brindis gratuitos de rebeldía e insumisión. Una noche maravillosa para que el asesino renacentista asestara otro golpe mortal a algún desgraciado viandante que pasara cerca de algún palacete del cincuecento. Lo cierto es que se dieron esos tres casos en la citada noche  y otros muchos sucesos que describiré sin reparar en detalles escabrosos para gusto del morboso lector que estará deseoso de oler sangre y satisfacer así sus instintos más ocultos. Vamos a los hechos y dejémonos de preámbulos literarios que no nos llevan a ninguna parte.

El único medio de prensa local que anunció el evento en el Teatro nuevo del Sr Atienza  fue el rotativo anarquista-sensacionalista  "Columnata Farinata", editado, escrito y dirigido por Antonio López López alias "El López", proclamando que este insigne anarquista malagueño ofrecería una verdad diáfana e hiriente del opresor sistema  que vive la sociedad rural. "El discurso con el que nos deleitará este notable anarquista, de verborrea sencilla pero lapidaria, no dejará a nadie indiferente  pues ya está sembrada sobre España la semilla de la revolución obrera y campesina. Acude al teatro nuevo el sábado 26 de junio. Tu presencia es nuestra lucha, Tu corazón nuestro martillo exterminador de la injusticia social. ¡Viva la anarquía y viva Bakunin!" Sin embargo los otros dos medios, Avante y La Iberia no hicieron ni la más mínima mención del evento, seguramente por miedo a que Don Antonio Galán Corchete, concejal de Seguridad Ciudadana , Cultura,  Educación y Recogida de Inmundicias, tomara sus propias y muy famosas represalias. 

Don Lorenzo Roldán, alcalde de Ciudad Rodrigo aceptó ceder el teatro para el "meeting" pues era un hombre dialogante, cordial y no se enteraba de nada para desgracia de su equipo de gobierno que protestó airadamente la decisión argumentando que se iba a liar muy gorda. Antonio Galán, sin embargo, sí vio con buenos ojos la celebración, pues descubriría quién tendría ideas díscolas entre la población rodericense. 

Allí se personó ufano el Concejal  flanqueado por tres guardias municipales con cara de susto y preparados, muy a su pesar, para sacar la cachiporra si las cosas se torcían.

- Toma nota Manolo: Nicolás el zapatero, Pepo el cantinero de la Taberna "El chiquito", jornaleros de Fuensalubre y Matapuercos...

Manolo el guardia, sofocado de tanto escribir,  tomaba nota de aquellos que le dictaba su jefe a escasos metros de la puerta del teatro. El dictado no era arbitrario sino selectivo pues no todos los que entraban al teatro eran señalados por Antonio. Estaba claro, se iba a liar muy gorda.

Entre todo este batiburrillo de personas con ideas dispares, los estudiantes del Colegio San Cayetano, Gabriel San Juan Paniagua, Isidoro Sánchez Jorreto y Jose María Gómez-Cosio también acudieron al teatro para escuchar con atención al Sr Atienza.

-¡Pero qué hacen estos tres imbéciles aquí!-,  exclamó Antonio sin dar crédito a lo que veía.
-¿Los apunto en la lista señor Concejal?-, le interrumpió Manolo el guardia.

Efectivamente, estos tres jóvenes estudiantes, héroes en la inundación del barrio del Puente aquel aciago 22 de diciembre, acudieron al teatro sin tener demasiado claro por qué estaban metidos en ese berengenal. Don Celorico Muñoz Toribio, su profesor de Historia y Arte había animado a los alumnos para que acudieran al discurso del anarquista pues, según sus palabras, no estaría mal que escucharan ideales de diversa índole para que tuvieran un sentido crítico en tendencias políticas que barruntaban una España tormentosa en un futuro no demasiado lejano.

-¿Usted irá profesor?- le preguntó Gabriel en una ocasión.
-¿Yo? No lo creo. Además tengo cosas más importantes que hacer.

Gabriel, el joven poeta que aún no había escrito un verso, pero que así se autodenominaba especialmente entre las mozas de su edad, comentó a sus dos amigos de camino hacia el teatro que él ya se consideraba un anarquista del anarquismo por aquello de enfatizar sus ideales. José María le corrigió diciéndole que eso era como hacer una doble negación y que ser anarquista del anarquismo podría significar ser el conservador más conservador de los conservadores.
Gabriel pensó en ello y después de unos segundos dijo:
- Está bien. Entonces soy... anarquisista. Y estoy pensando seriamente poner las bases de este nuevo ideal: el anarquisismo. ¿creéis que tendrán seguidores mis ideales?. Jose María prefirió no contestarle pero Isidoro le dijo:
- Sí, a buen seguro un porrón.

El discurso de Sr Atienza en el teatro nuevo, con plateas, palcos y foros a reventar, fue cuanto menos decepcionante en sus inicios. Se le notaba nervioso y tenso, quizás sabedor de haberse metido en una zorrera sin salida. Donde esperaba un aplauso enfervorecido de la masa se producía un silencio mortal interrumpido por algún carraspeo. Viendo que los aplausos del personal no se arrancaban, los organizadores del evento, unos salmantinos universitarios de implicaciones políticas revolucionarias, lanzaron algún vítore entre alguna soflama del propagandista. El Sr Atienza, sabedor que sus armas más demoledoras era machacar a la iglesia y a la monarquía, no demoró en lanzar sus perlas más preciadas mientras pensaba para sus adentros "si consigo movilizar a esta masa de borregos quizás la revolución anarquista del país nazca  en este pueblo de mierda". Y efectivamente se produjo la microrevolución pero no en la dirección que deseaba el Sr Atienza y sus palmeros universitarios. 

Mientras este incendio humano se barruntaba en el teatro nuevo un hombre miraba admirado la belleza de la casa de los Miranda Ocampo entre la Calle Sepulcro y las Cuatro Calles. Seguramente sin él saberlo, o quizás sí, esperaba un tiro certero en la sien del asesino renacentista que le había elegido como víctima para regar con su sangre la calurosa noche veraniega de Ciudad Rodrigo. La misma noche que casi sale apaleado por la masa enfervorecida el anarquista furibundo.

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EL ASESINO RENACENTISTA DE LAS CUATRO
CALLES


Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. O no, no sé.



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