martes, 9 de febrero de 2016

LA MÁSCARA DE LAS CADENAS 2 PARTE

Casa de La Cadena
Colegio San Cayetano. Una mañana de enero de 1910. Clase de historia
- La  portada semicircular de la Casa de la Cadena, posee unas dovelas desproporcionadamente grandes si lo comparamos con otros edificios del XVI, Pero no es en estas dovelas en lo que ustedes tienen que fijarse, sino el detalle que cobija su alfiz. Verán una cadena minuciosamente labrada. ¿se han fijado bien? ¿alguna interpretación de dicho ornamento mis queridos aspirantes a talentos?
Solo una mano se levantó como un resorte en la clase del profesor D Celorico Sánchez Toribio. Dejó pasar unos segundos por ver si había más alumnos que pudieran plantear diferentes interpretaciones. La única mano siguió en alza con los cinco dedos totalmente extendidos para reclamar  si cabía mayor atención
- Bien, hable usted Gabriel que le veo con ímpetu y velocidad de reacción para la creatividad.
- Yo he pensado mucho en ese detalle D Celorico y cada vez que paso por ahí, que es muchas veces, le doy un significado distinto. Mis últimas conclusiones me llevan a una respuesta inequívoca.
-No sea usted tan taxativo Gabriel, pues en el arte de la ornamentación arquitectónica a veces los caprichos quedan por encima de los significados. Pero siga, siga con su exposición. Le escuchamos atentamente.
Y vaya si escuchaban todos los alumnos pues las intervenciones de Gabriel San Juan eran dignas del aplauso unánime o de una carcajada explosiva. Esto último con mayor frecuencia para su desgracia pues le acarreaba serios disgustos y no pocos bofetones. Pero D. Celorico era un profesor diferente. El sí dejaba hablar, interpretar y soñar. Sin duda era un profesor distinto y querido por todos sus alumnos. José María, el alumno santanderino recién llegado al colegio de San Cayetano, decía de él que era "El magnífico: el mejor profesor que existe en el mundo"

La mañana del primer encierro del Carnaval del Toro de 1910, como  se había acordado, era el día perfecto para dar a conocer el traje de súper héroes de la cuadrilla inseparable de amigos. La confección de las camisolas correspondió a la señora Paquita Castilla, vecina de Isidoro. No tomó ni medidas ni diseñó patrón alguno, confeccionando  talla única en tres cuerpos de hechuras diferentes dando como resultado un auténtico desastre en la percha de los súper héroes.  Isidoro, el más desarrollado, dejaba al aire una panza que se estaba haciendo cada vez más voluminosa desde vivía con su tía. Gabriel y José María, flacos aunque de estaturas distintas, les daba la camisola un aire acampanado, incluso femenino. Las medias negras a modo de pantalón también eran de talla única. Isidoro aclaraba el color negro de la media  hasta la casi rotura embutiendo sus musculosas piernas en el tejido. A José María le quedaban francamente bien debido a los pulgueros extra gordos que se puso debajo. Gabriel, por su parte, pensó que unas medias negras con esa textura estaban pensadas para protegerse del frío y no vio necesario llevar muda interior debajo. Por desgracia para él, sus escuálidas piernas y su estrecha cintura dejaban extremadamente suelta la prenda teniendo que levantar cada dos segundos los bordes de la media so riesgo que esta cayera a la altura de los tobillos por la propia gravedad y la falta de andamiaje. Las capas y el antifaz arreglaban someramente el disfraz. Se uniformaron los tres en casa de Isidoro, pues aquello de vivir con su tía les daba cierta libertad y evitaba que sus otros dos amigos dieran demasiadas explicaciones en casa.
-Recordad- les dijo Isidoro antes de salir de casa- Nunca os despeguéis de mí. No corráis sin sentido y que el miedo no se apodere de vosotros cuando veáis los toros. Mirad para atrás cada segundo pero sin peder la orientación frontal del recorrido y fijad un punto de escapatoria preferiblemente a la derecha. Os queda claro, ¿no?
José María, muerto de miedo, no tenía claro nada. De hecho todavía no sabía qué hacía vestido de esa guisa dispuesto a jugarse el pellejo delante de las bestias.
-Ten confianza Isidoro. Ante ti tienes a dos futuros corredores de encierro- contestó Gabriel al tiempo que cogía del hombro a José María dándole unas palmaditas- Y... por cierto ¿ tienes una cuartilla de papel en blanco? La necesito. 
- Sí claro, ¿necesitas también una plumilla para escribir algo?
- No, no es necesario. 
Sus dos amigos   prefirieron no preguntar pues las ideas de Gabriel era mejor no saberlas y actuar a golpe de improvisación si resultaba ser otra de sus perogrulladas.
- Vamos directos a burlar la muerte amigos. Pues estos tres héroes farinatos hoy marcarán una página en la historia que pasará a la posteridad- Sentenció Gabriel al tiempo que tiró de las medias hacia arriba por enésima vez en apenas unos minutos de vestimenta.
Muchas fueron las mofas de espectadores agolpados entre carretas que delimitaban el recorrido del encierro.  Los tres jóvenes se situaron en la primera entrada de la Puerta del Registro. La sobre carga de adrenalina recorría todos los vasos sanguíneos de José María. Isidoro parecía tranquilo pero en sus ojos se vislumbraba la tensión de alguien que se estaba jugando la vida. Para extrañeza de sus amigos, Gabriel estaba más preocupado de ver si entre los espectadores estaba el amor de su vida: Clarisa, la larga. De repente, para sorpresa de sus amigos, Gabriel  en medio del recorrido, alzó sus manos y pidió sin éxito silencio entre las risas de la concurrencia.

-Oh muerte- Profirió Gabriel a voz en grito entre corredores y espectadores produciendo el silencio deseado para   sonrojo de sus amigos-

En esta hora te desafío con gallardía
para robar a mi desvelo la sequía
que el corazón herido y pertrecho 
alcance el amor  en su provecho.


Un aplauso unánime de la trapatiesta con un algún vítore desgañitado, irrumpió  el pitorreo de los espectadores.

Gabriel alzo nuevamente las manos para pedir silencio  a la vez que mostraba la cuartilla doblada al personal.

-Si muero en el encierro  dad este  poema a mi amada y si de mis venas cae  sangre derramada  sepan que cada gota...
- !Qué vienen los toros!- Se escuchó entre algún espectador.

Sin atender las órdenes de Isidoro, José María y Gabriel salieron corriendo como alma que lleva el diablo hacia el túnel de la Puerta. 
-¡Maldita sea! ¿Pero dónde vais? ¡Aún no!- Les gritó Isidoro.

Sus capas,  se alzaban por la velocidad de sus piernas en paralelo al suelo en un primer instante. Lo aparatoso del disfraz y la flojera de las medias de Gabriel convertidas en calzones de súper héroe,  produjo un traspié que trajo consigo un clamor de pánico entre los espectadores.

Entre estos espectadores se hallaba oculto en el anonimato el Asesino Renacentista que incluso sonrió al escuchar el alegato de Gabriel abandonando inmediatamente después su posición privilegiada en la muralla. No era necesario ver el encierro. Estaba a escasas horas de perpetrar su crimen. La víctima, el desconocido maletilla "Chicuelinas de Puerto Seguro", tenía sus horas contadas.

Continuará...


PRÓXIMO LIBRO
EL ASESINO RENACENTISTA DE LAS CUATRO CALLES


viernes, 5 de febrero de 2016

LA MÁSCARA DE LAS CADENAS. 1 PARTE

El carnaval del toro, epíteto mirobrigense, nos anuncia  el temprano  ayuno carnívoro en los días de Venus con un festival de cornúpetos corriendo calle arriba y abajo, encierros a caballo y capeas al amparo de cielos cenicientos y gélidos. Espectáculo único en el mundo y singular donde lo haya. Unas carnestolendas donde año tras año se repiten las contiendas,  las críticas a la gestión municipal, la diversión, el exceso de alcohol y la desinhibición para confesar lo inconfesable con días venideros de arrepentimiento. Y todos los años lo mismo. Bueno no, todos los años no.

El carnaval del toro de 1910 fue muy especial. Acontecimientos inesperados conmocionaron al pueblo cuando "El Chicuelinas de Puerto Seguro", maletilla desconocido, apareció muerto en la abrigada trasera de la casa de las Cadenas. Una calle sin salida que hoy en día es el vomitorio de una preciada hamburguesería que destaca por su generoso  picadillo de  puercovacuno aderezado con infinitas lonchas de queso de barra y  panceta ahumada. La firma de dicho asesinato llevaba el sello del Asesino Renacentista siendo el primer homicidio, después de la del cabrero Núñez Beltrán  en el Molino del Carbonero, que se produciría en los emblemáticos edificios renacentistas de la villa rodericense. Vayamos a los hechos sin distracciones que evocar las hamburguesas me ha retraído un gusto de rechupete  que me distrae de la empresa que quiero llevar a cabo: contar con pelos y señales lo que negligentes historiadores locales se han negado a investigar aduciendo que la falta de pruebas documentales son susceptibles de caer en la leyenda o chascarrillo. Allá ellos.

La muerte de Bartolomé Núñez Beltrán, descrita en la Gaceta "Columnata Farinata",  pasó inadvertida para buena parte de los lectores del rotativo anarquista  excepto para D. Celorico Sánchez Toribio, el profesor de historia y arte del Colegio San Cayetano.
-Fijaros bien, imberbes cervatillos,en la misiva encontrada en el bolsillo del cabrero que describe esa díscola gacetilla:- les decía Don Celorico a sus atentos alumnos-      "Bajo águilas, leones y cadenas caerán desgraciados al amparo de noches  estrelladas buscando inertes cometas que iluminen mi venganza". Mucho me creo que este mensaje entraña una misiva descifrable para las mentes más inquietas. Siempre me apasionó descubrir misterios. Nos vemos frente uno verdaderamente siniestro, mis queridos aspirantes a talentos. ¿quién me ayuda a descubrir este reto? ¿quién se esconde detrás del asesino renacentista? Necesito  equipos de investigadores... ¿ hay voluntarios?
Excepto Gabriel San Juan, ningún alumno levantó la mano pues esta pedagogía del reto no la entendían y, en su mayoría, los pupilos preferían memorizar para el examen y regurgitarlo a la mayor brevedad posible antes que cayera en las profundidades del olvido.
- Nosotros lo haremos, profesor.
- ¿Nosotros? No veo mano levantada más que la suya, Gabriel- le contestó Don Celorico.
Una sospecha sobrevoló sobre las cabezas de Isidoro y José María. Una sospecha que tomó fundamento cuando Gabriel le contestó levantándose de la silla ante la atenta mirada de los perplejos compañeros de clase.
- Bien podría hacerlo yo solo, pues usted más que nadie conoce mis dotes y habilidades en el arte de la investigación.
Un levantamiento de cejas sincronizado dibujó en la cara de Don Celorico una sutil pero demoledora duda al mismo tiempo que adoptaba una posición de escucha. 
- Pero para empresa de este tamaño -continuó Gabriel- necesito alguien con fuerza bruta y cabeza amueblada. Bien podría ser Isidoro.
- Muy bien ¿alguien más Gabriel?
- Sí, para dar equilibrio al equipo necesito un empollón que me aporte datos y esas cosas que a mí tan mal se me dan. Alguien que sea meticuloso y que conozca las estrellas. He pensado en el montañés. Perdón, en José María.
La razón o el motivo de necesitar a alguien que conociera las estrellas  no lo entendió nadie y mucho menos el boquiabierto José María que solo sabía distinguir el Sol de la Luna
-Muy bien pues ya tiene usted equipo. Si algún asesinato  se produce, y todo me hace sospechar que no será demasiado tarde, espero sus pesquisas con sus consiguientes informes. Y no me los haga en verso que le conozco. ¿Algún equipo más?.

A la salida de las clases se palpaba la preocupación de Isidoro y  José María que venía de la biblioteca con varios libros prestados: uno de astrofísica, otro sobre la vida de Galieo Galiei y  un pequeño libro pésimamente editado con el título de "Aprende a ver las estrellas en el firmamento"
- Chicos, no solo somos un equipo de investigación que va a desenmascarar al cruel asesino del barroco, sino que vamos a ser auténticos súper héroes que nos recordarán por nuestras hazañas.
El comentario de Gabriel no tranquilizó a sus dos amigos y compañeros de clase. Quizás les preocupó más incluso  que ni tan siquiera  hubiera memorizado el seudónimo del fraticida.
- Debemos darnos a conocer en la villa y buscar un uniforme de héroe que nos identifique como los adalides contra los malhechores. Pronto será el carnaval. Para que nuestra presencia no sea tan impactante, sería un buen momento para dar a conocer nuestro uniforme. La gente pensará que vamos disfrazados pero en realidad vamos uniformados. ¿que os parece mi idea?
Tanto Isidoro como José María pensaron que la idea era pésima pero aprovechando que el Carnaval estaba cerca no estaría mal encontrar diversión con una vestimenta de súper hombres.

Después de una tarde de propuestas acordaron disfrazarse (para Gabriel uniformarse) con una camisola de raso negra que la señora Paquita les proporcionaría de algún retal sobrante de su taller casero de remiendos. La parte inferior, a modo de pantalón ajustado, unas medias negras que Isidoro apañaría de su tía y que con suerte tardaría unos días en echarlas en falta. Por último unas capas prestadas  de la Hermandad el Silencio  de la cual Gabriel era cofrade y un retal sobrante de antifaz.

Una vez hicieron acopio de la vestimenta, la cuestión era esperar que se produjera un asesinato para justificar su uniforme y heroicidad. Gabriel estaba convencido que en esas fechas tendrían trabajo de súper héroes y, aprovechando que era carnaval, lo mejor sería tomar partido de la fiesta y correr el primer encierro disfrazados de esa guisa.
Entre el tumulto de espectadores deseosos de ver mozos corriendo entre los astados el Asesino Renacentista  ojeaba a su víctima. Ya tenía decidido dónde iba a perpetrar el crimen. Nada podía salir mal. Estaba todo bien pensado. Mientras tanto los jóvenes súper héroes, ajenos a estas maquinaciones,  se disponían a correr el encierro, el primero en su vida para Gabriel y José María que no así para Isidoro, curtido en su pueblo Retortillo desde que tenía cinco años de numerosos encierros saliendo de todos indemne de una mocha. Y comenzó el encierro matutino del sábado, el primero del carnaval de 1910, con los tres jóvenes estudiantes en la Puerta del Registro haciendo el ridículo más espantoso con un indescifrable disfraz ante la sorprendida mirada de espectadores. 
Peor no se pudo darse el encierro para los aspirantes a súper héroes pero eso es otra historia que dejaré para venideros episodios cuando describa cómo "El Chicuelinas" apareció muerto  encadenado a la casa  con un máscara carnavalera para  salpimentar el dantesco espectáculo.

Continuará...

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EL ASESINO RENACENTISTA DE LAS CUATRO CALLES