viernes, 5 de febrero de 2016

LA MÁSCARA DE LAS CADENAS. 1 PARTE

El carnaval del toro, epíteto mirobrigense, nos anuncia  el temprano  ayuno carnívoro en los días de Venus con un festival de cornúpetos corriendo calle arriba y abajo, encierros a caballo y capeas al amparo de cielos cenicientos y gélidos. Espectáculo único en el mundo y singular donde lo haya. Unas carnestolendas donde año tras año se repiten las contiendas,  las críticas a la gestión municipal, la diversión, el exceso de alcohol y la desinhibición para confesar lo inconfesable con días venideros de arrepentimiento. Y todos los años lo mismo. Bueno no, todos los años no.

El carnaval del toro de 1910 fue muy especial. Acontecimientos inesperados conmocionaron al pueblo cuando "El Chicuelinas de Puerto Seguro", maletilla desconocido, apareció muerto en la abrigada trasera de la casa de las Cadenas. Una calle sin salida que hoy en día es el vomitorio de una preciada hamburguesería que destaca por su generoso  picadillo de  puercovacuno aderezado con infinitas lonchas de queso de barra y  panceta ahumada. La firma de dicho asesinato llevaba el sello del Asesino Renacentista siendo el primer homicidio, después de la del cabrero Núñez Beltrán  en el Molino del Carbonero, que se produciría en los emblemáticos edificios renacentistas de la villa rodericense. Vayamos a los hechos sin distracciones que evocar las hamburguesas me ha retraído un gusto de rechupete  que me distrae de la empresa que quiero llevar a cabo: contar con pelos y señales lo que negligentes historiadores locales se han negado a investigar aduciendo que la falta de pruebas documentales son susceptibles de caer en la leyenda o chascarrillo. Allá ellos.

La muerte de Bartolomé Núñez Beltrán, descrita en la Gaceta "Columnata Farinata",  pasó inadvertida para buena parte de los lectores del rotativo anarquista  excepto para D. Celorico Sánchez Toribio, el profesor de historia y arte del Colegio San Cayetano.
-Fijaros bien, imberbes cervatillos,en la misiva encontrada en el bolsillo del cabrero que describe esa díscola gacetilla:- les decía Don Celorico a sus atentos alumnos-      "Bajo águilas, leones y cadenas caerán desgraciados al amparo de noches  estrelladas buscando inertes cometas que iluminen mi venganza". Mucho me creo que este mensaje entraña una misiva descifrable para las mentes más inquietas. Siempre me apasionó descubrir misterios. Nos vemos frente uno verdaderamente siniestro, mis queridos aspirantes a talentos. ¿quién me ayuda a descubrir este reto? ¿quién se esconde detrás del asesino renacentista? Necesito  equipos de investigadores... ¿ hay voluntarios?
Excepto Gabriel San Juan, ningún alumno levantó la mano pues esta pedagogía del reto no la entendían y, en su mayoría, los pupilos preferían memorizar para el examen y regurgitarlo a la mayor brevedad posible antes que cayera en las profundidades del olvido.
- Nosotros lo haremos, profesor.
- ¿Nosotros? No veo mano levantada más que la suya, Gabriel- le contestó Don Celorico.
Una sospecha sobrevoló sobre las cabezas de Isidoro y José María. Una sospecha que tomó fundamento cuando Gabriel le contestó levantándose de la silla ante la atenta mirada de los perplejos compañeros de clase.
- Bien podría hacerlo yo solo, pues usted más que nadie conoce mis dotes y habilidades en el arte de la investigación.
Un levantamiento de cejas sincronizado dibujó en la cara de Don Celorico una sutil pero demoledora duda al mismo tiempo que adoptaba una posición de escucha. 
- Pero para empresa de este tamaño -continuó Gabriel- necesito alguien con fuerza bruta y cabeza amueblada. Bien podría ser Isidoro.
- Muy bien ¿alguien más Gabriel?
- Sí, para dar equilibrio al equipo necesito un empollón que me aporte datos y esas cosas que a mí tan mal se me dan. Alguien que sea meticuloso y que conozca las estrellas. He pensado en el montañés. Perdón, en José María.
La razón o el motivo de necesitar a alguien que conociera las estrellas  no lo entendió nadie y mucho menos el boquiabierto José María que solo sabía distinguir el Sol de la Luna
-Muy bien pues ya tiene usted equipo. Si algún asesinato  se produce, y todo me hace sospechar que no será demasiado tarde, espero sus pesquisas con sus consiguientes informes. Y no me los haga en verso que le conozco. ¿Algún equipo más?.

A la salida de las clases se palpaba la preocupación de Isidoro y  José María que venía de la biblioteca con varios libros prestados: uno de astrofísica, otro sobre la vida de Galieo Galiei y  un pequeño libro pésimamente editado con el título de "Aprende a ver las estrellas en el firmamento"
- Chicos, no solo somos un equipo de investigación que va a desenmascarar al cruel asesino del barroco, sino que vamos a ser auténticos súper héroes que nos recordarán por nuestras hazañas.
El comentario de Gabriel no tranquilizó a sus dos amigos y compañeros de clase. Quizás les preocupó más incluso  que ni tan siquiera  hubiera memorizado el seudónimo del fraticida.
- Debemos darnos a conocer en la villa y buscar un uniforme de héroe que nos identifique como los adalides contra los malhechores. Pronto será el carnaval. Para que nuestra presencia no sea tan impactante, sería un buen momento para dar a conocer nuestro uniforme. La gente pensará que vamos disfrazados pero en realidad vamos uniformados. ¿que os parece mi idea?
Tanto Isidoro como José María pensaron que la idea era pésima pero aprovechando que el Carnaval estaba cerca no estaría mal encontrar diversión con una vestimenta de súper hombres.

Después de una tarde de propuestas acordaron disfrazarse (para Gabriel uniformarse) con una camisola de raso negra que la señora Paquita les proporcionaría de algún retal sobrante de su taller casero de remiendos. La parte inferior, a modo de pantalón ajustado, unas medias negras que Isidoro apañaría de su tía y que con suerte tardaría unos días en echarlas en falta. Por último unas capas prestadas  de la Hermandad el Silencio  de la cual Gabriel era cofrade y un retal sobrante de antifaz.

Una vez hicieron acopio de la vestimenta, la cuestión era esperar que se produjera un asesinato para justificar su uniforme y heroicidad. Gabriel estaba convencido que en esas fechas tendrían trabajo de súper héroes y, aprovechando que era carnaval, lo mejor sería tomar partido de la fiesta y correr el primer encierro disfrazados de esa guisa.
Entre el tumulto de espectadores deseosos de ver mozos corriendo entre los astados el Asesino Renacentista  ojeaba a su víctima. Ya tenía decidido dónde iba a perpetrar el crimen. Nada podía salir mal. Estaba todo bien pensado. Mientras tanto los jóvenes súper héroes, ajenos a estas maquinaciones,  se disponían a correr el encierro, el primero en su vida para Gabriel y José María que no así para Isidoro, curtido en su pueblo Retortillo desde que tenía cinco años de numerosos encierros saliendo de todos indemne de una mocha. Y comenzó el encierro matutino del sábado, el primero del carnaval de 1910, con los tres jóvenes estudiantes en la Puerta del Registro haciendo el ridículo más espantoso con un indescifrable disfraz ante la sorprendida mirada de espectadores. 
Peor no se pudo darse el encierro para los aspirantes a súper héroes pero eso es otra historia que dejaré para venideros episodios cuando describa cómo "El Chicuelinas" apareció muerto  encadenado a la casa  con un máscara carnavalera para  salpimentar el dantesco espectáculo.

Continuará...

PRÓXIMO LIBRO
EL ASESINO RENACENTISTA DE LAS CUATRO CALLES

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